Viajes imaginarios en bicicleta estática
Me gustaba viajar a las ciudades que sonaban bien al oído, nombres cuyas sílabas podías pasearlas con la lengua por toda la boca como se degusta un licor
Me gustaba viajar a las ciudades que sonaban bien al oído, Alejandría, Siracusa, Berlín, Shanghái, Nairobi, San Pedro de Atacama, la isla de Pascua, nombres cuyas sílabas podías pasearlas con la lengua por toda la boca como se degusta un licor. Era la primera condición para moverme de casa, que el nombre de la ciudad fuera bebible. Antes para viajar sacaba el billete de avión, hacía la maleta y me iba a comprobar físicamente qué clase de belleza existía en el interior de la eufonía de ese vocablo. Ahora solo accedo a esos bellos lugares de este planeta pedaleando en la bicicleta estática.
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